martes, 4 de mayo de 2010

Otras de las obras poéticas del escritor: Victor Díaz.

EL ESPEJO Y TÚ
De tu piel surge un espejo,
Y de éste, un crisantemo.
Una golondrina azulece
Los estambres de tu voz.
Tu piel es surcada
Por un aluvión de ojos zurdos,
Manantial de labios de arena
Que te llena de fulgor.
Tus manos férvidas sostienen
Ramas de soles florecidos de amor.
El arpa de tu cabello
Arpegia el crepúsculo,
Torbellino de sangre
En busca de un Redentor.
Voy en busca de la fiera
Que se esconde en tu mirada,
Del trueno bivalvo
Que se humedece entre tus piernas.
Ato La Noche a tu cintura,
Una estrella a tus caderas,
Un violín a tus labios.
Tu cuerpo moldea mis excesos y,
Al tocar tu mirada de humo cristalizado,
Mis pupilas asesinadas
Se derriten sobre tu boca.
Te hundo en mis manos,
Reminiscencias de Caribdis,
Y te corono de Eternidad,
En la dulzura del Dolor.
VICTOR DIAZ GORIS

LUCES EN TUS BESOS

Luz derretida
En lo alto de tus besos;
Caricias con ojos en sus puntas
Aferrándose a tu piel.
Luceros de azúcar
Despeñándose por tu cuerpo,
Panteras submarinas
Sumergiéndose en tu pubis.
Gladiolos fermentados
Adornando tus ojos.
Lunas color mentira
Como collares en tu cuello.
Mariposas con cuerpo de ausencia
Adheridas a tu voz.
Un arpa como un pecado sonoro
Anquilosada en tus labios;
Y un abrazo muerto,
Atado a tu conciencia:
Ha terminado
El imperio del instinto.

VICTOR DIAZ GORIS






EL AIRE Y TÚ

El aire se hace perfume
Cuando pasas.
Tu mirada hace florecer
La rosa marchita.
Hay un piélago de estrellas
Derramado sobre tu piel.
Dulces orquídeas
Construyen tu aliento.
Besos hechos golondrinas
Se detienen en tus labios.
Una cascada de ruiseñores
Va humedeciendo tus manos.
Una primavera
Florece de tus senos,
Y enmarca tu pelo,
Enredado sobre diciembre.
Hay una canción
Colgada de tu silencio.
La sombra de Eva
Te trajo hasta mis cansancios,
Y, en La Eucaristía que celebran
Nuestros cuerpos, al amarnos,
Me doy cuenta
Que El Futuro
Tiene forma
De mujer.

VICTOR DIAZ GORIS


LA DERROTA DE LA MUERTE

Un rayo de luz se extiende por mis brazos,
Y se desnuda como flor,
Sobre la punta de mis dedos.
A través de él
Veo La Eternidad
Partirse en dos,
Y en medio queda
La ancha estrechez de un segundo,
Ultrajado apenas
Por una gota del Tiempo que muere.
El alado corcel de La Muerte
Pifia su rabia post-vida
Sobre ese instante sin fin:
La Vida se niega a morir:
Ella asesina a La Muerte;
Por eso la cólera del que lleva la guadaña.
Y la luz de la Vida se hincha sobre mi piel,
Para afinar la oscuridad de sus ojos
Sobre la piedra filosofal de mi tristeza.
Y esa misma luz,
Que lleva las cenizas
De mi sangre hecha voz,
De unos labios sin sombras ni estrellas,
Se envuelve en mi piel,
Todavía palpitante,
Y me deja transido
De la dulce angustia de Amar.
La Parca, fallecida,
Se hace eco de ausencia y espíritu,
Destruida por la luz de un nacimiento;
Mientras el polvo del fracaso,
Que se arrastra miserable
En las entrañas del día,
Ya no se posa sobre mi cuerpo.
Veo en la distancia los Eones
Pasar raudos hacia La Nada,
Y siento en mis labios
El sabor de Eros
Que se disuelve,
Crece por todo mi cuerpo,
Y me llena de esperanza.
La Vida venció a La Muerte.
Amén.


VICTOR DIAZ GORIS